Don puede que no se ajuste a la magnificencia del personaje que ocupará las siguientes líneas. Gabriel fue un arcángel pero también el primer nombre al que atribuimos una de las colecciones de palabras mejor pergeñadas de la historia de la literatura. García es un apellido corriente que encuentra su perfecta posición en el medio, entre el nombre y el segundo apellido, entre la leyenda y el olvido. Márquez es el final de un prometedor comienzo, el epílogo perfecto de un autor al que los prólogos al igual que los tratamientos, siempre se quedan cortos, ni se acercan un poco al cráter que escarbó con su prosa el maestro.
De Gabo no nos pronunciamos, ya que un diminutivo para un gigante resulta casi una manera de acercarlo a nuestra esfera, y pese a que era humano, las divergencias entre seres de la misma especie es tan palpable que solo hace falta contemplar con quien compartirá hoy espacio en la fiesta del libro el gigante. Puede que con algún genio, puede que con algún don Nadie. La vida.
Por ser el Día Mundial del Libro, por no perder de vista la mágica Macondo que ondea a media asta por la marcha de su terrateniente, el Club Radiofónico de Lectura y Escritura, planta sus pies sobre la vida de los Buendía y pone otras voces, otro sentir, a lo que el virtuoso certificó en un respingo de 450 páginas marcadas por su talento, selladas con su irrepetible esencia de contar las cosas, de hacer gritar al silencio, de enmudecer el latido de un lector siempre atrapado por sus inicios, siempre subyugado a un final sin tregua. Queriendo más del genio, cediendo más terreno a la magia, parando el tiempo antes que las palabras pararan las páginas.
Si el maestro lo permite allá donde esté con la pluma afilando sus palabras, le mandamos este inicio radiofónico de su Cien años de soledad, con la única pretensión de recordar al que no se ha ido, de honrar al que siempre estará, de decirle al artista, a usted, que siempre será aquél que recordaremos como Don Gabriel García Márquez, y que si lo olvidamos, destiérrenos de su magia, ya que sin magia no hay partida. Ya que sin Gabo no hay Macondo.
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